Esta mañana, tomando mi habitual café con seis saludables cucharaditas de azúcar, no pude evitar mi asombro al ver que Andrés Calamaro ganó el Premio Carlos Gardel de Oro. Pudo ser una noticia más del día, de esas que uno lee por la mañana y luego escucha en la radio y en los bares en el transcurso de la jornada. Sin embargo, me dejó pensando.
El premio se lo ganó a partir de su último disco, "El Regreso", que es un vivo con temas de toda su carrera. Teniendo en cuenta esto, tanto yo como la prensa asumimos que Andrés ganó el premio a partir de su gran vuelta llena de vitalidad y proyectos. Está reflexión fue la que me quedó rondando en mi cabeza (al margen de que no tengo muchas cosas interesantes para pensar últimamente). Parece ser que hay un efecto "resurrección" fuertemente instalado en nuestros valores. El año pasado sucedió lo mismo con Diego Armando, al superar las adversidades de sus adicciones y demás, es ahora mucho más digno de admiración. Por supuesto que estoy feliz por estos dos monstruos (uno más monstruo que otro) porque han podido salir de momentos no del todo felices; pero parece ser como que es más ídolo el que se endroga, la pasa mal y vuelve. Habrá que recomendarle a Messi o al elenco entero de Operación Triunfo que padezcan alguna adicción, la superen y después vuelvan para que crezca su popularidad.
Salvando las distancias, creo que sucede lo mismo en temas más íntimos. He vivenciado bastantes situaciones en las que una mujer se enamora del rudo, el egoísta, el indiferente. Y el buenazo, solidario, sensible es inmediatamente rechazado. Lo único que me llevó de esta humilde reflexión es que atrae y seduce aquello prohibido y contradictorio con nuestros valores concientes.
Anfetaminas y narcisismo... ALLA VAMOS!!!!
Espero no sonar demasiado encasilladoy obtuso, es una idea que puede malinterpretarse, y espero no sea así.