Alfajor, Niño y Coca-Cola o reflexión de una nostalgia que se adentra en la adultez
Pocas cosas hay más sagradas que el preciso instante posterior al último bocado del alfajor de chocolate que el niño de pelo largo y lacio y paletas definitivas -aún prematuras para un tratamiento de ortodoncia- ha terminado de masticar. El aroma del alfajor lo circunvala a modo de aura y dentro de un radio que promedia los 4 metros, se puede percibir que un niño pre-púber ha estado disfrutando de una merienda. Pocos momentos hay más sagrados, como aquel en el que el mismo niño bebe la Coca-Cola en lata que tuvo todo este tiempo en su otra mano, justamente unos 3 segundos fugaces posteriores al episodio del alfajor. Aquí comienza la magia. Una mixtura misteriosa se crea entre la Cola, el chocolate encrucijado en las paletas prominentes, y el gas que abruma la respiración del niño, provocando que un aire paradójicamente inoportuno (¿como es posible que un vaho tan desagradable provenga de dos delicias como el chocolate y la Coca- Cola?) se expida de la boca del muchachito. Pocos momentos hay tan sagrados como este.
Lo curioso es que el niño poco sabe que este episodio es único e irrepetible. Únicamente con su edad, su mochila, su pelo largo y lacio, y sus paletas prominentes, el instante del alfajor y la Coca-Cola será majestuoso. Seguramente lo hará mañana, y el día que le sigue al de mañana, pero un buen día dejará el alfajor y la gaseosa. Poco sabe el muchachito, que un buen día, ya entrado en años volverá a comerse un alfajor y una gaseosa intentando reproducir ese instante vivido hace ya tanto tiempo atrás, pero todo ese esfuerzo habrá sido en vano, ya que jamás podrá reproducir ese fugaz instante de sentido y elocuencia.
Lo curioso es que el niño poco sabe que este episodio es único e irrepetible. Únicamente con su edad, su mochila, su pelo largo y lacio, y sus paletas prominentes, el instante del alfajor y la Coca-Cola será majestuoso. Seguramente lo hará mañana, y el día que le sigue al de mañana, pero un buen día dejará el alfajor y la gaseosa. Poco sabe el muchachito, que un buen día, ya entrado en años volverá a comerse un alfajor y una gaseosa intentando reproducir ese instante vivido hace ya tanto tiempo atrás, pero todo ese esfuerzo habrá sido en vano, ya que jamás podrá reproducir ese fugaz instante de sentido y elocuencia.